martes, 25 de septiembre de 2012

Daniel.

Subí las escaleras lo más rápido posible. Ya había faltado a clase el primer día. No podía permitirme llegar tarde el segundo. Abrí la puerta de clase. Faltaban unos minutos para que la campana que indicaba el comienzo de la clase sonara. Asi que me senté, y comencé a sacar los libros. A primera hora tenía historia, con Maite. No era muy alta, delgadita y menuda. De unos 47 años. Era buena profesora, pero se estresaba facilmente. A lo lejos se oyó sonar el timbre. Maite siempre llegaba antes,pero ese día no estaba en clase aún. Quizás había sufrido un atasco. Los alumnos que quedaban rezagados en los pasillos fueron entrando.

No. No podía ser verdad. Daniel. Daniel estaba ahí. Entrando por la puerta, con sus pitillos negros pegados, que le marcaban ese culo respingón, y una camiseta blanca apretada, a través de la cual se le transparetaban los músculos. Era tan atractivo... Pero aunque nos habíamos querido como si no hubiera mañana, ahora todo era diferente. Todo empezó a cambiar cuando aceptó el trabajo de camello, y empezó a meterse de lleno en el mundo de las drogas. Llego un momento en el que no pudo vivir sin ellas. El LSD le hacía ponerse agresivo. Tanto, que eran pocas las veces que consumía y no me agredía. Yo lo soportaba, le quería. Pero mis padres no, y al verme arrastrada por él y por la droga le denunciaron, por mucho que yo luchara para impedirlo. Llegó el juicio y me acusó de camello, de haberle metido en este mundo y de agresión psicológica. Me traicionó porque pensó que yo le había traicionado. Pero no le salió bien esa puñalada trapera. Este último.verano le ha pasado en un correcional. Aunque juró venganza. Y ahora esta ahí, cruzando el umbral. Mirándome. Y acercándose.
Más. Y más. Hasta que dejó la mochila en la mesa de al lado y me levantó de mi sitio, cogiéndome fuertemente por el brazo. Yo forcejeé, aunque en vano. Me arrojó hacia el fondo de la clase y caí al suelo. Estaba puesto hasta el culo, pupilas dilatadas, ojeras por imsomnio, y pelos erizados. No podía creerlo. Después de lo que había tenido que pasar por culpa de las drogas, seguía dependiendo de ellas. No había aprendido nada... Me cogió por el pelo con una mano, levantando mi cara del suelo; mientras que con la otra me agarró por el cuello.
- Hola putita. Volvemos a encontrarnos. - Y sonrió. Pero una sonrisa forzada, oscura. Me percaté que todos los alumnos se habían levantado y alejado de la escena. - A ver si sigues follando igual de bien, cacho de zorra.
Me soltó el pelo y el cuello y me inmovilizó los brazos con una mano. El miedo recorría mi cuerpo. Tanto que no sabía que hacer. Ni siquiera podía chillar.
Comenzó a desabrocharme el botón y la cremallera del pantalón. Forcejeé tanto como pude, pero si ya era fuerte de por si, las drogas lo aumentaban. Las lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas.
- Daniel, por favor de..déjame en paz. Yo no te vendí. ¡Yo no te vendí! Joder Daniel, ¡PARA¡ - Las lágrimas y los sollozos callaron mi grito.
Ya había conseguido quitarme el pantalón y de un tirónme rasgó la camiseta. Con la mano que le quedaba libre me tocó los pechos, y más tarde bajo a la entrepierna.Las lágrimas apenas me dejaban respirar. No podía estar pasando esto.
Miré su bolsillo y comprendí porque nadie se acercaba a ayudarme. Tenía una pistola. Aunque conociéndole, no tendría balas.
- ¡Laura! ¡Suéltala¡ - Oí a Javier entrando por la puerta, chillando desesperado.

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