domingo, 21 de octubre de 2012

Explicaciones.

Un "clinc" me hizo volver al mundo real, salir de la cárcel que era mi mente. Javier había posado una taza de té en la mesita que había enfrente del sofá que yo ocupaba. Entre sus manos había otra taza exactamente igual. Cogió el asa bastamente, y se la llevó a la boca. La porcelana blanca hizo contraste con el rojo de sus labios. Sus labios. Eran tan perfectos... Podría dibujar cada una de sus líneas...
- ¿Te encuentras mejor?
- Si. - respondí, con un hilo de voz.
- ¿Me das el número de tus padres? Creo que vendría bien llamarles para informarles de todo esto...
- No, no servirá de nada. Digamos que hace mucho que no sé de ellos. Esa llamada les será indiferente. Además, habrán cambiado de número.
- Laura... creo que si no me lo cuentas todo sobre ti, no podré ayudarte del todo.
- No necesito la ayuda de nadie. Sé cuidarme yo sola. Cuando la gente dice que quiere ayudar, lo único que hace es empeorar las cosas.
- Déjame intentarlo al menos, permíteme escuchar tu historia.

No estaba segura si era buena idea contarle aquella parte de mi vida a Javier. Pero había algo en él que me transmitía confianza. Asi que se lo expliqué todo. Le expliqué como mis padres me habían traicionado cuando denunciaron en mi nombre a Daniel, y después no perdonaron que le defendiera. Así que después de muchos meses de gritos y lágrimas bajo aquel techo que hacía tiempo había sido mi hogar, decidí independizarme, aunque legalmente no pudiera. Así que un buen día, cogí mis cosas, y me fui. No tardé mucho en encontrar un trabajo; gogó en una discoteca famosa de Madrid. Tan solo un par de horas, y el sueldo me daba para pagar el alquiler de un viejo ático con baño. Las comidas las hacía fuera de casa, o a veces Ana me invitaba a su restaurante. Ese año iba a ser difícil. Aún quedaba por ver si podría terminar Bachiller. Pero siempre había sido una buena estudiante.

La cara de Javier había perdido todo su color, aunque el carmesí de sus labios seguía hipnotizándome. Esperé a que lanzara su primera pregunta. No tardó demasiado, pero seguro que la había dado mil vueltas, con el fin de no herirme.
- ¿Quién es Ana?
- Me esperaba algo más como "¿Y no te resulta demigrante trabajar bailando para cerdos babosos que solo mirándote te desnudan?" - reí levemente.
- Sinceramente, por lo que más curiosidad siento es por Ana... - se sonrojó.
- Ana es mi mejor amiga. Quizás también la única que me queda. Con todo lo de Daniel dejé a mi gente de lado. Pero Ana siempre estaba ahí, apoyando mis decisiones, aunque siempre diciéndome que no era lo correcto. Ahora sé que tenía razón.
- Y... ¿no tienes miedo viviendo en un ático viejo? No sé... Daniel sabrá que vives ahí, y si no le ha importado hacer eso en el instituto, delante de toda esa gente, no me imagino lo que haría en privado...
- Já, hace tiempo que no me preocupo demasiado por mi...
- Pero yo si lo hago.
Esa frase salió de sus labios precipitada, las palabras se pisaban entre si. Emití un grito ahogado, y empecé a notar que me faltaba el aire. Le miré, y parecía haberse arrepentido de haber dicho eso, pero no podía evitar sonreír  Sus ojos brillaban de una manera especial. Brillaban exactamente igual que lo hacían los míos cuando me enamoré de Daniel.
- No tienes por qué hacerlo, además, no podrías hacer nada. - Intenté tranquilizarle.
El silencio ocupó la estancia. Solo se oían nuestras respiraciones. Notaba sus ojos mirándome. Pero yo me limité a coger la taza de té y sostenerla entre mis manos. No podía permitirme aquello, no ahora. Tenía demasiados problemas. Pero lo que Javier había dicho unos minutos antes, era cierto. Si Daniel sabía que había vuelto a clase, también sabría que ya no vivía con mis padres. Sabría lo del ático, y lo de mi trabajo. Sabría a qué horas estaría sola, y cuando nadie me buscaría. Me llené de valor, y miré sus grandes ojos verdes. Él también me miraba.
- Vente a vivir aquí.