viernes, 14 de noviembre de 2014

Inevitable - Segunda parte.

Y sus curvas bajo mi ombligo pedían movimientos infinitos que la dejaran por fin liberarse de la dura carga que llevaba y que no podría soportar durante mucho más tiempo. La tenia postrada sobre sus cuatro piernas, con la cabeza tornada, mirándome con esos ojos verdes pidiendo piedad.

-Nunca la había visto así, pero me encantaba. Eran tantas las semanas que llevaba soñando con ella que todavía no creía que la mierda esa de que tenia mala cara funcionase. Ella siempre tenia mala cara.-

La giré bajo de mi y la cogí por la cintura. Ella aferró sus piernas a mi alrededor y me mordió el labio inferior con tal fuerza que gruñi. Joder, Laura. Mis manos se dirigieron directamente a su culo, apretándolo con fuerza. Me encaminé hacia el dormitorio y en cuanto visualice la cama la tiré hacia el colchón. Ella, juguetona se mordia el dedo, provocandome. Chocando sus rodillas mientras balanceaba sutilmente los hombres, hacia adelante y hacia atrás intermitentemente. Podía observar como el deseo ardía en su mirada y no pude aguantar más. Prácticamente corrí a sus labios para besarla con toda la pasión y rabia que pude. Por no haber estado asi conmigo desde hacia tiempo. Mi mano se deslizó por su cabeza, agarrando fuerte el mechón más próximo a su nuca.

Gimió. Un sonido sordo que me martirizó y sin dejarla ni un segundo la cogí por la cintura y la coloque sobre mi, tumbandome en la cama.

– Muevete sobre mi, Laura.

Pronuncié cada palabra lentamente, como disfrutándolas. Ella hizo lo que la ordene y se metió la enorme ereccion en la vagima, seguida de un fuerte gruñido que despertaba todas mis ansias de ella. Qué húmeda estaba... Dios, cada vez se movía mas rápido. Su cuerpo de diosa, con esas curvas infinitas en las que a ninguna persona le importaría matarse estaban bailando para mi. Un baile entre respiraciones entrecortadas y gemidos sordos que indicaban que eramos el uno del otro. Mis manos sujetaban sus glúteos, haciéndola seguir mi ritmo. Era increíble la sensación de estar dentro de ella, apretado, mojado, ... Y entonces se dejó llevar por el placer, y me dejé llevar con ella. Y los dos juntos gritamos nuestros nombres mientras mi mano volvía a enredarse grotescamente en su pelo, tirando con la misma fuerza que placer sentía.




lunes, 20 de octubre de 2014

Inevitable – Primera parte.

Y antes de que quisiera darme cuenta, la puerta de su casa se abría bruscamente para chocar contra la pared. Pero no pareció importarle demasiado que se pudiera haber hecho un boquete a la altura de la manilla. Quizás estuviera demasiado ocupado desabrochandome los botones de la blusa. Cerré la puerta con un pie, como el primer día en los baños de aquel bar. Nuestras miradas ardientes se encontraron. No podía parar de besarle, a la vez que le quitaba el pantalón. Se zafó de el y me arrancó la camisa de golpe, seguido del sujetador. Yo me deshice de su camiseta verde, a juego con nuestros ojos, y antes de que me percatase, mi espalda colisiono con la pared. Emití un leve gemido, pero no de dolor. Hacia tanto que soñaba con esto... Se separo de mi, y me quito la falda lentamente, hasta que calló al suelo con un sonido sordo. Posó sus manos en mis hombros y cuando menos lo esperaba, hizo una dulce fuerza que me obligó a arrollidarme frente a su ereccion. Se quito los calzoncillos y me agarró el pelo con una mano, dándome facilidades. Sin pensármelo dos veces, y con la entrepierna mas mojada que un mar, me metí su miembro en la boca y comencé a chupar. Primero suave, la puntita, hasta acostumbrarsme a él. Su fuerza desmesurada me apretaba contra la base de su pene, haciendo que su capullo rozase mi campanilla. Un gruñido salió desde el fondo de su garganta. Y de la misma manera en que me había agachado, me levantó hasta que quede flotando en el aire, con mis piernas formando un collar al rededor de su cadera. Y la pared fría se amoldó con mi parte trasera. Y unos besos que quemaban como el fuego abrasaban mi cuello. Y entró en mi. Su enorme pene desgarro las paredes de mi interior, haciéndome soltar un gemido de cualidades grandiosas. Por fin, después de tantas mañanas recordándolo, lo tenía aquí. Entero para mi. Comenzó a moverse rápidamente en mi interior mientras sus manos agarraban mi culo grotescamente. Una sensación explosiva germinaba dentro de mi. Pero justo en el momento del climax, paró. Sus ojos se encendieron aún más si cabe, y esa sonrisa traviesa apareció en su boca.

– Aún no. - susurro en mi odio tras morderme el lóbulo.

Mi rabia era tal que no dije nada. Simplemente me limite a dibujar con mis uñas pentagramas en su espalda buscando desesperadamente movimientos en mi interior. Pero no hacia nada, tan solo sonreía. Parecía que le gustaba verme sufrir de aquella manera. Entonces me agarro con más fuerza, y nos dirigió hasta el sofá que reinaba en la pequeña estancia. Me tumbó, con la cabeza apoyada en el reposabrazos y dándole la espalda. Como me conocía... Un azote retumbó en mi cuerpo, y su mano derecha busco con fuerza y pelo, y tirando de él hizo que me encorvara como esas pajitas tan molonas de los parques de atracciones. Posteriormente, me penetró con una bestialidad jamás imaginada y comenzó a follarme duramente. Los azotes se continuaron cada vez más próximos en el tiempo y mis gemidos aumentaron cada vez más su volumen, como si tuvieran vida propia. Los gruñidos salían de su garganta mas fieros, y cuando le miraba con mi cara de excitación un brillo recorría su mirada y me penetraba con mas fuerza. Y justo cuando un orgasmo comenzaba a gestarse en mi interior, paro de golpe.

Viernes a última.

Sexta hora del viernes. La rutina de ir a clase era lo único que me mantenía viva. Aunque irónicamente verle me mataba cada vez un poquito más. Hacia dos semanas que volví a estar sola. Daniel desapareció, sin dejar rastro, como tantas otras veces. Ni un adiós, eso era lo peor. Pero como nos conociamos perfectamente me imaginé que hubiera tenido que largarse de aquí por drogas. Y sabes, o cazas o te cazan. Y Daniel era muy bueno en esa guerra. Quizás porque su padre le corría a hostias cuando era joven, o porque su madre tuvo que meterse puta cuando se divorció para darle de comer. Una vida algo dura, si. Y el se volvió duro a su vez. Arrastrándome a mi después en esa caída sin fondo. Sabia que no estábamos hechos el uno para el otro, pero los daños unen más que los años. Aún asi no podía evitar que un Javier se paseara por mi cabeza constantemente. Él era el hombre que me convenía. Si no fuera mi profesor de filosofía, claramente.

La 1.30 pm.
El timbre sonó fuertemente y retumbó en mis oídos, agitando mi interior. Espectante, mi mirada se clavó en aquella puerta de madera roja pasión. Un color tan intenso como el de aquel reservado del club. Solo al recordarlo, mi entrapierna se humedecio y tuve que apretar las piernas para evitar que mi mano se dirigiese a ese jardín prohibido que florecía entre mis muslos, como si fuera primavera.

– Buenos días chicos. - Y la ronca voz de ese hombre que no salia de mi mente interrumpio mis libidos pensamientos.

Por alguna razón incomprensible noté coló el rubor se asomaba a mis mejillas, dejando me inmune frente a sus profundos ojos verdes, clavados en mi rostro.

– Laura, ¿te encuentras bien? - De repente me acordé de que debía respirar.

– Eh, yo... Si. Solo me he mareado un poco.

– Vamos, te acompaño a la sala de profesores a por un vaso de agua.

Y su paso fue tan decidido hacia mi que de ninguna manera podía negarme a aceptar su ayuda.

martes, 14 de octubre de 2014

Inflexión.

Me desperté una noche más empapada en el sudor que retenían mis sábanas y me abrumaba con un calor intenso. Aún quedaban diez minutos para que sonara el despertador, pero lo que debería ser un lugar de descanso se había convertido en el peor de los infiernos, así que huí de aquel mar de nubes condensadas. Entre a la ducha y mientras el agua caía por mi cuerpo desnudo y ereccionaba mis sensibles pezones, me acordé de él. De aquel hombre al que evitaba todos los días y que muy a mi pesar, no podía sacarme de la cabeza. Y realmente deseaba no sacarle de mi, pero no de esa forma. Y constante, mi cuerpo, se zarandea a contra mis manos bajo aquella cascada de agua caliente que sin llegar a ebullir me hacia arder. Y una vez más acudi a mis recuerdos para afianzarme con mi cuerpo, con el suyo imaginario, con su lengua viperina que en un espectro solo visible para mi mente recorría ese monte de venus que tan alejado tenia de si ahora mismo. Y su mano agarraba fuertemente mi nalga derecha. Tal era mi deseo que casi podía sentirle conmigo, a mi lado, siendo casi una extensión de mi cuerpo. Y me rendí a lo que lo cabeza me otorgaba de él. Otra mañana mas recreando con mis inexpertas manos lo que el producía en mi. Y mientras me mojaba dos veces, mi mano recorría mis pirineos y se abría paso hacia un lugar demasiado abandonado por sus ojos verdes, por su sonrisa traviera y sus labios carnosos. Y poco a poco sentí como sus brazos se fundian con mi cuerpo, y la sensación de climax se abría poco a poco desde lo más profundo de mi ser. Hasta explotar. Explotar junto a aquel hombre que en aquel reservado, aquel día hizo que algo se despertara en mi. Y mientras me evadía del mundo, mi alma volaba en busca de unas nubes demasiado altas. Pero las tocaba en el más absoluto de los placeres mientras mis dedos daban sus últimos y ágiles espasmos en mi clitoris.
Y después, el agua volvió a caer.

lunes, 13 de octubre de 2014

Pensamientos.

La presión era infinita. Debería de ascender, como una masa de aire caliente, pero no era así. Precipitaba al ras del suelo, mojandome y a su vez, manchandome de tierra. No podía seguir evitando la situación violenta que era ver a Javier, básicamente porque le tenia todos los días al otro lado de las mesas, como figura céntrica de la clase, como profesor. Y como si no fuera poco, cuando hablaba de esos royos que los filósofos discurrieron un día hace ya tantos años, parecía que solo me lo contaba a mi, como una charla informal entre dos desconocidos que se conocen demasiado. Llevaba así dos semanas. Evitando el cruce de miradas con ese odonis griego que me había follado de aquella manera en el reservado del club. Ese fascinante hombre que me empotró contra la pared del baño del bar que hacia esquina, frente al instituto, y que tan rápido se había acostumbrado a mi cuerpo. Dos semanas evitando mirarle de la única manera que sabia, con deseo, con lujuria. Sin paciencia por poseerle otra vez, porque me poseyera. Pero luego estaba Daniel, ese chico malo de las pelis que cuanto peor te trata, mas a sus pies te tiene. Ese rubio con pelo caído y ojos claros, que te penetran. Y si solo fueran los ojos los que lo hicieran...
Como dos polos totalmente diferentes. Como la noche y el día. El verano y el invierno. La literatura y las matemáticas. Las camas y los sofás. El amor y el sexo. Pero había llegado un punto, en el que no estaba clara la delimitación entre quien era amor y quien sexo. Y ahí erradicaba mi principal problema. Cuando las manos de Daniel recorrían mi cuerpo con el ansia del hambriento al ver comida, solo podía pensar en que no era Javier. No era ese hombre que sin apenas conocerme lo había dado todo por ayudarme, jugándose su pellejo de pollo asustado. No. El que me tocaba era ese otro que me había vendido tantas veces, que me había hecho conocer tanto el amor mas profundo e idiota, como el odio mas fuerte y penetrante. Era ese que nunca me había valorado. Que me había hundido. Y justo cuando empezaba a salir de la más maloliente mierda, vuelve a aparecer. Y yo estaba ahí, cual cachorro mojado, deliberando la razón por la cual vendría esta vez: para quererme o para hacerme odiarme.








viernes, 20 de junio de 2014

Pan tostado y mermelada de fresa.

Y cuando quise abrir los ojos estaba sola. Javier se había ido. O eso parecía.
Oía los pasos de Daniel en el interior. Pero solo eso. El silencio reinaba en el descansillo, y solo el crujir de la madera se imponía. Me enderecé pausadamente, con tranquilidad. Ya no tenía prisa. Me toqué el pelo, intentando aparentar normalidad. Pero el recuerdo de sus tirones me hacía humedecerme otra vez...
No, para. Ya está.

Me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado. Daniel había preparado sus famosas tostadas. Toda la estancia olía a fresa y pan recién hecho. Sonreí. Como en los viejos tiempos. Cerré la puerta con cuidado y apoyé mi peso en ella. De repente unos brazos me sacaron de mi mundo para devolverme a la realidad.

-¿Quién era? - me susurró Daniel mientras me rodeaba la cintura.

- El casero. Ya sabes, para eso del alquiler...

- Ah.

Daniel no hizo más preguntas. Sabía que pasaba algo, pero me conocía muy bien y suponía que no le iba a decir nada, así que mejor no insistir. La tarde pasó tranquila, entre risas, cosquillas y sexo. Como antes. Como cuando todo estaba medianamente bien y los dos nos queríamos. Aparentemente todo iba bien ahora. Pero no podía ser como antes, porque antes Javier no existía para mi.

domingo, 23 de marzo de 2014

Visita sorpresa, y con sorpresa.

Me bajé suavemente de la encimera, colocandome la revuelta camiseta y tranquilizando cada mechón de mi pelo. La erección de Daniel estaba presente debajo de sus pantalones de chándal, pero oculta bajo la tela. Mirba con ojos expectantes a la puerta.

- Vete preparando el desayuno. - le dije, aún entre jadeos.

Me dirigí hacia la puerta. ¿Quién podía ser? Quizás el casero, pero todavía quedaba una semana de plazo para pagar el mes.

Abri la puerta suavemente y miré por el pequeño hueco que había.

Mierdamierdamierdaierdamierdamierda.

Al otro lado, Javier me miraba con ojos expectantes, de los pies a la cabeza, disfrutando de mi casi desnudo, si no fuera por la camiseta amplia. Miré hacia la cocina, Daniel preparaba concienzudamente el desayuno. Así que sali cuidadosamente al descansillo y cerré la puerta tras de mi.

- ¿Qué coño haces aqui?

- Creo que deberíamos de hablar de lo nuestro.

Dios, esos ojos.... y esa boca... Laura, para, esto es serio.

- No hay nada que hablar, Javi, vete.

- No me gusta que vivas aquí.

- Pues a mi me encanta, fíjate.

El profesor se me acercó poco a poco, dándome a conocer sus intenciones. Me agarró por la cintura y me apartó dulcemente el pelo de la parte derecha de mi cuello. Comenzó a besarme lentamente debajo de la oreja, mordiendo de vez en cuando mi lóbulo y haciendo que me perdiese.

- Dime que no sientes nada por mi, y no me volverás a ver nunca más. - Susurró a los poros de mi piel, ydespues continuó dándole mimos a mi clavícula.

Sus manos se perdieron en mi culo, acercamdome a él. Yo estaba muda, no podía articular palabra. Sus dedos se abrieron paso hábilmente hasta mis pechos, donde comenzó a jugar con mis pezones, pellizcandolos. No pude evitar retorcerme entre sus brazos, mientras me mordia el cuello cual vampiro hambriento. No faltaba mucho para que perdiera la cabeza... Él sabía como provocarme sin saberlo... Por fin dejó libres mis tetas, pero ahí no habia acabado todo.

Casi sin darme cuenta, me había puesto de cara a la pared, dándole le espalda. Pronto noté sus dedos rozarme el sexo y me estremecí. Joder Javi...

-Dime que no sientes nada por mi, y no me volverás a verme nunca más. - repitió la misma frase, esta vez con la voz llena de picardía.

Y justo cuando la ‘s‘ se despedía de su lengua, sus dedos entraron bruscamente dentro de mi, haciéndome soltar un gemido. Como se movían, habilmente, rozando mis paredes...

- No quieres que me vaya. - y justo al acabar la frase, apretó su enorme erección contra mi trasero desnudo. Y de repente, me soltó.

Desesperada, solté un suspiro. No sé si de alivio o de ansias de más.

Entonces, como si de la nada apareciese, su mano se colocó violentamente en mi cuello, y una mano chocó agresivamente contra mi nalga. Acto seguido, noté como su enorme polla entraba en mi, desgarrandome.

Gimió.
Gemí.

El mundo se paró mientras el hacia conmigo lo que se le antojaba.

Y ahí estaba yo, con la unica sujeccion de la pared, y con las piernas temblorosas por las fuertes embestidas, muriendo y reviviendo con cada una de ellas. Mi culo se acercaba más a su pelvis, pura inercia. Hasta que el deseo se reveló en mi vientre y exploté como nunca antes lo había hecho. Como trozos de papel volando hasta caer al suelo. Y yo caí, sin fuerzas, temblando. Quién me iba a decir a mi que me iban a manejar como este hombre lo habia hecho.

Noté su mano acariciando mi pelo. Estaba sentado junto a mi. Él también había explotado, pero fue tal mi estruendo, que ni me habia dado cuenta.

Sus ojos verdes se clavaron en los míos.

-Te quiero, Laura.

jueves, 20 de marzo de 2014

Conversaciones pasadas.

Daniel estaba observando desde el coche a Laura, que salía del instituto. El Chustas le había acompañado. Raro era que no estuviera en aquel antro fumando petas y metiéndose rayas.

Daniel abre la boca, como para decir algo mientras mira a Laura fijamente en la lejanía:

-Joder macho. No sabes lo que es verla por la calle con ese contoneo de caderas y que todos los babosos la miren como la miraba yo antes de conocerla. Que se piensan que solo es un par de tetas asombrosas, y unas piernas de escándalo que exploran en un culazo. ¿Que quién la cogiera? Ya lo sé. Pero si el envoltorio es bueno, imagínate el interior. Yo la conozco ¿sabes? O al menos la conocía. 

Ella solía decirme que yo era el único que sabia como era en el fondo. Pero cuando estábamos tumbados en la cama, desnudos, y ella se fumaba su cigarrito de después mientras to la acariciaba el pelo, en esos momentos me daba cuenta de que tenía al lado a una desconocida. Y cómo me jodía que no me dejara verla desnuda de la manera en que yo quería verla. Pero en parte lo entendía, tenía demasiadas cicatrices, de esas invisibles, que poca gente puede ver. Y no sabes lo orgulloso que me siento de habérselas visto. Pero soy un mierdas, porque sin quererlo, yo mismo le hice una. Si, soy un cabrón. Justo cuando se desnuda delante de mi de la forma que yo la llevaba suplicando tanto tiempo, abro la boca para cagarla. Y tú no sabes cómo fue. Su cara era el reflejo del dolor más puro. Nunca la había visto rota, hasta ese momento. Siempre tenía esa sonrisa tan preciosa que enseñar al mundo, pero en aquel momento, todo lo que había conocido de ella se fue. Desapareció. Su rostro horrorizado y sus ojos vacíos, como sin alma.Pero qué poco tiempo me dejó verla así. Yo sé que la jodí, la jodí mucho más que la suma de todas las mierdas que ha tragado. ¿Sabes como me sentí cuando la piva por la que perdía, pierdo y perderé el culo, me dijo que se arrepentía de haberme conocido? 


Soy un mierdas, chaval. Y ahora yo estoy aquí, mirándola el culo cuando pasa, y matando por su sonrisa, llamándome hijo de puta cada segundo, para que no se me olvide lo que la he hecho. Lo peor es que es una actriz de puta madre. Que mira que movimiento. Si no la conociera diría que es feliz. Pero, tristemente, ella nunca ha tenido la oportunidad de ser feliz, aunque pareciera que se la hubiera inyectado en vena. Cuantas sonrisas falsas muestra al día...


Y no sabes lo que me jode que sus besos sean de otro, y que no sea yo el que la lleva de la mano. Me encantaba ser su sombra, porque joder, como brilla. Pero echo de menos estar a su lado y sentirme lo más pequeño del mundo, en comparación con ella. Y saber que era mía, y poder chillarlo. Y ahora tengo que verla con ese cabrón, aunque no más cabrón que yo. Y estoy acojonado, porque no quiero que le quiera. Sé que no lo hará, porque a mi me amó y la rompí cuando había empezado a arreglarse. Ya no se abrirá nunca a nadie. Y lo peor de todo es que soy tan putamente cobarde que no soy capaz de hablarla y de decirla que la quiero, que la amo, que mato y muero por ella. 


Prefiero mirarla con asco, haciéndola sentir una mierda para que se olvide de mi, porque no la merezco. 

¿Que cómo puedo hacer eso? Simplemente la miro como me miraría a mi, ya que me da vergüenza ponerme frente al espejo.

Solo quiero que sea feliz, ¿sabes? Que algún día deje de maquillarse las cicatrices y le muestre al mundo cómo es, cómo brilla y lo que vale.

Ese día, solo podrán suceder dos cosas, que el mundo cambie, o que explote.

Wake up.

Mi almohada olía a él. No quería abrir los ojos, porque aunque notaba sus brazos alrededor de mi cintura, su especialidad era desaparecer en cuestión de segundos. Hacía mucho que no me abrazaba como ahora. Supongo que desde aquella época en la que fuimos felices.
Daniel y yo felices.
Já.

Me desperecé poco a poco, aún con el miedo de que se fuera, como acostumbraba a hacer. Él me abrazó fuerte cuando notó que me movía entre sus brazos. Por fin abrí los ojos y sus ojos verdes se clavaron en los míos. Su cuerpo infinito estaba desnudo tan cerca de mi...

-Buenos días, preciosa.

-Mariconadas las justas.

Daniel soltó una risotada. Hacía tanto que no oia su risa...
Me levanté y me puse su camisa. Él se vistió con su pantalón y los dos fuimos a por algo de desayunar. Pero yo quería desayunarle a él, así que me acerqué suavemente por su espalda y le abracé la cintura, dejando caer una mano un poco más abajo de lo debido. Su cuerpo no tardó en reaccionar, se tensó cada músculo de su cuerpo, y mientras yo metia mi mano dentro de sus pantalones, notaba como entre mis dedos crecia su erección. Empecé a agitar su miembro suave pero con firmeza. Notaba su respiración, fuerte y entrecortada. Se giró bruscamente, obligandome a retirar mi mano, y me cogio por los muslos, levantandome en el aire para apoyarme en la encimera, y empezó a besar mi cuello mientras su mano se colaba entre mis piernas. Yo jadeaba, él jadeaba, nosotros jadeabamos... mis arañazos se fijaban en su espalda y mi mano buscaba ansiosamente su pene, para poder darle lo que el me estaba dando. Sus dedos se movían hábilmente dentro de mi, acariciando las paredes de mi vagina a la vez que salian y entraban. Estaba llegando, lo notaba. Y justo cuando iba a explotar....

Ding, dong.


martes, 18 de marzo de 2014

¿Error?

Y allí estaba Daniel, mojado como un perrito y sentado en una silla de la cocina, mirándome con ojos de arrepentimiento. Sentía hasta lastima por él incluso después de lo que pasó en el instituto. Pero ahora solamente podía ver al chico del que me enamoré hace no tanto tiempo.

-Laura, lo siento. Lo siento por todo joder. Estaba hasta el cuello metido en la mierda, y te metí a ti también. Y ahora tienes que trabajar en ese cuchitril donde todos los viejales del barrio van a verte bailar medio en pelotas...
-Dani, eh, para.- le corté.- no me importa trabajar ahí, me tratan bien. Y no te preocupes, el pasado es el pasado.
-Pero joder, ¡mi pasado contigo era putamente perfecto y lo tire a la basura!

Pocas veces le había visto perder los nervios así.
¿Era una lágrima lo que le rodaba por la mejilla? Dios, mi Dan...

-Daniel, - decía mientras me arrodillaba frente a él, le miraba a los ojos y le cogía por la barbilla. - tranquilo. Está todo bien. Ya es tarde, ¿quieres quedarte aquí esta noche?
-Lau, te quiero.

No.
No.
No.
No.
No.
No.
No podía haber dicho eso.
No otra vez.
Joder, Daniel, yo ya te había olvidado. Me has hecho mucho daño y has llegado a convertir mi vida en un infierno y ahora estaba aquí, derrotado, en frente de mi y diciéndome que me quería. ¿Que podía hacer?
Mierda, creo que quiere una respuesta.

Y el silencio se hizo mientras mis labios callaban sus súplicas. Si, le estaba besando. Al principio el no respondió a mi llamada de atención, pero no tardó mucho en colocar sus dos manos en sus lugares favoritos, uno mi nuca y otra la curva de mi espalda, para desembocar en mi culo, apretándolo fuerte y empujándome hacia él. La sangre me azotaba fuertemente las venas. Nada había cambiado, su espalda seguía siendo ancha y sus brazos fuertes.
Dios, nuestras lenguas bailaban un tango perfecto. Como le sobraba la camiseta.... Sus manos agarraron fuertemente mi culo, elevandome hacia arriba, acercandome mas a sus labios. Mi cuello reclamaba su ausencia, y pronto sus besos me inundaron.
¿Dónde estaba mi ropa? Joder, todo pasaba muy deprisa. Daniel estaba encima de mi, con su cuerpo desnudo y sus ojos verdes brillando. Aah, joder. Ya estaba dentro. Había olvidado como era. No paraba de moverse dentro de mi, mientras sus manos buscaban un canal en la radio de mis pechos. Su boca de repente me besaba el cuello, y al momento siguiente agarraba mis pezones entre sus dientes.... Era tan eficaz....
De repente sus manos bajaron por mi cintura, disfrutando de cada una de las curvas que encontraba, y que tan de memoria se sabia ya, hasta llegar a mi culo, el cual agarró, clavando las uñas en mi piel, arañandola. Todo esto mientras me hacia el amor, suave, pero a la vez salvajemente. El seguía con su ritmo de sacudidas, acelerando a ratos y pausandose a tiempos distintos.
No podía aguantarlo mas, estaba llegando. Esa sacudida que me inundó mientras gritaba su nombre, y el me acompaño gritando el mio.
Como soliamos hacer antes.

lunes, 3 de marzo de 2014

Equivocada.

Mierda. Mierda. Y más mierda.
Joder, otra vez no. Yo debería estar en la barra bailando, y no entre los brazos de mi profesor de filosofía. No, espera, con mi apuesto y joven profesor de filosofía que me está volviendo loca porque no se lo que quiere de mi. Joder...

-Laura... Yo... Esto...
-Solo es sexo Javi.

Joder, ¿que coño hago? Me levanté rápidamente, recogiendo mis ropas del suelo. "No pienses en nada Lau, solo sal de aquí y gánate el puto sueldo."
Vale, estoy vestida. Y él... él esta ahí, sentado, mirándome con esa carita triste... Dios, que bueno está...

-Es que quizás para mi no sea solo sexo.

¿QUÉ? No sabía que decir, que cara poner, como reaccionar. Nos habíamos acostado cuantas, ¿dos? ¿tres veces? No puede ser. Es mi profesor, y yo tengo que trabajar. Ahora no puede presentarse aquí e intentar desajustar mi vida ahora que por fin vuelvo a llevar las riendas.

-Mira, yo no sé que te pasa por la cabeza, pero ahora tengo que volver al trabajo y... -se estaba vistiendo, cubriéndose ese cuerpo que tanto me gustaba arañar...- ya hablaremos.

Salí corriendo lo más rápido que pude del reservado, con pelos de leona. Mira, ahí estaba mi jefe. Dios, me duele la cabeza... Ya me podía haber dolido antes...

-Laura, ¿qué cojones ha pasado en el número tres? Sabes que los reservados son para las "empleadas especiales", y si has cobrado sabes que tenemos que ir a medias... Aunque sinceramente, no me gusta que hagas esos trabajos, ni siquiera me gusta que una chiquilla tan joven como tu trabaje de gogó, ni siquiera aquí.
-Austin, no ha pasado nada. Él es... solo un amigo. Pero ahora necesito irme a casa, lo siento. Llama a Jacinta a ver si puede venir a cubrirme hoy, o descuéntamelo del sueldo, pero no puedo seguir aquí hoy. Lo siento.

No le dí ni tiempo a responderme. Me dirigí a la parte de atrás, recogí mi mochila y salí corriendo del local. Afuera llovía, pero no tenía paraguas, así que caminé por la calle mojada, sin importarme mucho que la lluvia me empapara. Ni siquiera me había puesto la ropa de calle, llevaba aún la de cuero. La gente me miraba raro, pero ¿y qué más me daba? Mi trabajo me ayudaba a seguir adelante.

Ya estaba en el portal, cuando alguien me agarró por la cintura. Me giré bruscamente y le empujé. Era Daniel. Daniel estaba aquí. Ahora. Mojado, con su sudadera vieja y sus pantalones vaqueros desgastados. No iba armado. Creo.

-Laura. Hola. ¿Qué haces así vestida?
-¿Qué haces aquí Daniel?
-Necesitaba hablar contigo. ¿Puedo subir?

Me tensé por un momento. Pero ya me daba igual. Si quería apuñalarme y dejarme morir desangrada en mi cama, tampoco me preocupaba mucho.

-Sube, te estás calando.- respondí.