lunes, 3 de marzo de 2014

Equivocada.

Mierda. Mierda. Y más mierda.
Joder, otra vez no. Yo debería estar en la barra bailando, y no entre los brazos de mi profesor de filosofía. No, espera, con mi apuesto y joven profesor de filosofía que me está volviendo loca porque no se lo que quiere de mi. Joder...

-Laura... Yo... Esto...
-Solo es sexo Javi.

Joder, ¿que coño hago? Me levanté rápidamente, recogiendo mis ropas del suelo. "No pienses en nada Lau, solo sal de aquí y gánate el puto sueldo."
Vale, estoy vestida. Y él... él esta ahí, sentado, mirándome con esa carita triste... Dios, que bueno está...

-Es que quizás para mi no sea solo sexo.

¿QUÉ? No sabía que decir, que cara poner, como reaccionar. Nos habíamos acostado cuantas, ¿dos? ¿tres veces? No puede ser. Es mi profesor, y yo tengo que trabajar. Ahora no puede presentarse aquí e intentar desajustar mi vida ahora que por fin vuelvo a llevar las riendas.

-Mira, yo no sé que te pasa por la cabeza, pero ahora tengo que volver al trabajo y... -se estaba vistiendo, cubriéndose ese cuerpo que tanto me gustaba arañar...- ya hablaremos.

Salí corriendo lo más rápido que pude del reservado, con pelos de leona. Mira, ahí estaba mi jefe. Dios, me duele la cabeza... Ya me podía haber dolido antes...

-Laura, ¿qué cojones ha pasado en el número tres? Sabes que los reservados son para las "empleadas especiales", y si has cobrado sabes que tenemos que ir a medias... Aunque sinceramente, no me gusta que hagas esos trabajos, ni siquiera me gusta que una chiquilla tan joven como tu trabaje de gogó, ni siquiera aquí.
-Austin, no ha pasado nada. Él es... solo un amigo. Pero ahora necesito irme a casa, lo siento. Llama a Jacinta a ver si puede venir a cubrirme hoy, o descuéntamelo del sueldo, pero no puedo seguir aquí hoy. Lo siento.

No le dí ni tiempo a responderme. Me dirigí a la parte de atrás, recogí mi mochila y salí corriendo del local. Afuera llovía, pero no tenía paraguas, así que caminé por la calle mojada, sin importarme mucho que la lluvia me empapara. Ni siquiera me había puesto la ropa de calle, llevaba aún la de cuero. La gente me miraba raro, pero ¿y qué más me daba? Mi trabajo me ayudaba a seguir adelante.

Ya estaba en el portal, cuando alguien me agarró por la cintura. Me giré bruscamente y le empujé. Era Daniel. Daniel estaba aquí. Ahora. Mojado, con su sudadera vieja y sus pantalones vaqueros desgastados. No iba armado. Creo.

-Laura. Hola. ¿Qué haces así vestida?
-¿Qué haces aquí Daniel?
-Necesitaba hablar contigo. ¿Puedo subir?

Me tensé por un momento. Pero ya me daba igual. Si quería apuñalarme y dejarme morir desangrada en mi cama, tampoco me preocupaba mucho.

-Sube, te estás calando.- respondí.

2 comentarios:

  1. Me encanta que seas tan expresiva... Espero que sigas escribiendo...

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