martes, 14 de octubre de 2014

Inflexión.

Me desperté una noche más empapada en el sudor que retenían mis sábanas y me abrumaba con un calor intenso. Aún quedaban diez minutos para que sonara el despertador, pero lo que debería ser un lugar de descanso se había convertido en el peor de los infiernos, así que huí de aquel mar de nubes condensadas. Entre a la ducha y mientras el agua caía por mi cuerpo desnudo y ereccionaba mis sensibles pezones, me acordé de él. De aquel hombre al que evitaba todos los días y que muy a mi pesar, no podía sacarme de la cabeza. Y realmente deseaba no sacarle de mi, pero no de esa forma. Y constante, mi cuerpo, se zarandea a contra mis manos bajo aquella cascada de agua caliente que sin llegar a ebullir me hacia arder. Y una vez más acudi a mis recuerdos para afianzarme con mi cuerpo, con el suyo imaginario, con su lengua viperina que en un espectro solo visible para mi mente recorría ese monte de venus que tan alejado tenia de si ahora mismo. Y su mano agarraba fuertemente mi nalga derecha. Tal era mi deseo que casi podía sentirle conmigo, a mi lado, siendo casi una extensión de mi cuerpo. Y me rendí a lo que lo cabeza me otorgaba de él. Otra mañana mas recreando con mis inexpertas manos lo que el producía en mi. Y mientras me mojaba dos veces, mi mano recorría mis pirineos y se abría paso hacia un lugar demasiado abandonado por sus ojos verdes, por su sonrisa traviera y sus labios carnosos. Y poco a poco sentí como sus brazos se fundian con mi cuerpo, y la sensación de climax se abría poco a poco desde lo más profundo de mi ser. Hasta explotar. Explotar junto a aquel hombre que en aquel reservado, aquel día hizo que algo se despertara en mi. Y mientras me evadía del mundo, mi alma volaba en busca de unas nubes demasiado altas. Pero las tocaba en el más absoluto de los placeres mientras mis dedos daban sus últimos y ágiles espasmos en mi clitoris.
Y después, el agua volvió a caer.

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